
Los científicos de la Universidad de Tübingen, que describen los ejemplares de esta especie extinta (Allaeochelys crssesculpta) en la revista Biology Letters, creen que las tortugas quedaron atrapadas en una trampa mortal, en lo más profundo del lago, que podía tener gases volcánicos u otras toxinas. El foso de Messel era entonces el lago de un cráter volcánico, en un ambiente húmedo y tropical. En la actualidad, es una cantera en desuso y uno de los yacimientos más ricos del Eoceno, donde se han encontrado decenas de miles de fósiles en las últimas décadas, incluidos antiguos caballos completos, incluso con embriones en su interior, pájaros e insectos.
La cola del macho
Las pequeñas tortugas, de unos 20 centímetros de largo, aparecieron en parejas, un macho y una hembra cada una, acopladas en el acto sexual. Las hembras son ligeramente más grandes que los machos, tienen colas más cortas y la concha parece «diseñada» para ayudar a poner grandes huevos. Más importante aún, a pesar de que los machos por lo general tienen la cara lejos de las hembras, la cola de algunos de ellos se encuentra envuelta bajo el caparazón de la hembra. «No hay duda -dice Walter Joyce, responsable de la investigación-, estos animales murieron en el acto de apareamiento. No se conocen otros vertebrados que hayan muerto durante este proceso biológico importante y que luego hayan quedado fosilizados».
El amor las perdió, ya que las tortugas, posiblemente, quedaron atrapadas en una trampa mortal tóxica, un lugar donde se acumulaban gases volcánicos o venenosos de materia orgánica en descomposición. El lago se convirtió en su lecho conyugal durante millones de años.
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